lunes, 12 de mayo de 2008

Cuba y República Dominicana están en las orillas políticas de América Latina

Por Ernesto McCausland Sojo
Cuba y República Dominicana, ejemplos de un continente que no entiende la moderación

Por esas caprichosas vueltas del periodismo andariego terminé en menos de diez días visitando a dos naciones que están llenas de puntos en común: ambas recibieron a Colón en su primer viaje a las Indias, 1492; constituyen bastiones culturales de la movida afroantillana, y si no son vecinas es porque una ex colonia francesa, Haití, está allí, incrustada en la mitad.

No obstante, con todo y que ambas escucharon la voz de "¡Tierra!" casi que al unísono, a

Cuba y República Dominicana están en las orillas políticas de América Latina.

Por esas caprichosas vueltas del periodismo andariego terminé en menos de diez días visitando a dos naciones que están llenas de puntos en común: ambas recibieron a Colón en su primer viaje a las Indias, 1492; constituyen bastiones culturales de la movida afroantillana, y si no son vecinas es porque una ex colonia francesa, Haití, está allí, incrustada en la mitad.

No obstante, con todo y que ambas escucharon la voz de "¡Tierra!" casi que al unísono, a pesar de que con sones y merengues han regado la cultura continental por el mundo entero, tanto Cuba como República Dominicana están en las dos orillas políticas de América Latina.

La primera va a cumplir ya medio siglo de una jadeante revolución socialista que la ha dejado desolada, un inframundo de edificios descascarados cuyo futuro inmediato, con Fidel Castro vivo o muerto, no parece otro que el de la más sepulcral de las soledades: el estrepitoso silencio de la impotencia, los ciudadanos asustados.

La segunda, Quisqueya, celebra en el 2011 los 50 años de haberse librado de Trujillo, el dictador bananero por antonomasia, el tirano que se adjudicaba los malos vientos del Caribe y que tenía como puntal estratégico de gobierno mantener al pueblo ignorante para que jamás entendiera las claves de su poder perpetuo.

En Cuba, la que se supo librar de Batista con una ofensiva desde el monte, se anuncian ahora incipientes reformas. Desde el mes pasado, un cubano puede hacerse a un celular, así gane sólo 240 pesos mensuales, lo cual equivale a una treintava parte de lo que cuesta, en las elegantes tiendas de Cubacel, el más modesto equipo. Igualmente, tienen ahora acceso a sus hoteles, posibilidad también dudosa: el único cubano que vi, cerca de la puerta de Parque Central, fue un niño que pedía limosna con ojos de hambre, mientras adentro los turistas se daban un banquete.

En Santo Domingo, Leonel Fernández, aspirando a su segunda reelección, se atornilla en el poder, tal como pretendió hacerlo hasta el 96 Balaguer, el ciego que (y esto lo digo sin intención metafórica) gobernaba en medio de pavorosos apagones. Ese que en marzo resolvió la Cumbre de Río con un pícaro guiño ha gobernado a la manera de los llamados países libres del continente perdido: bajo el paternalismo de Estados Unidos, adonde va el ochenta por ciento de las exportaciones dominicanas.

Por su parte, La Habana no le debe nada a ese demonio que considera "imperio". El índice de analfabetismo de Cuba apenas llega al uno por ciento, doce veces menos que el del resto del continente, y si algo habla a su favor es ese par de rodillas sanotas, que jamás han tocado el suelo para subyugarse ante nadie distinto al dios Revolución.

¿Pero cuál de las dos naciones es modelo de algo en el continente? ¿Cuál ofrece un paradigma de desarrollo social que le pueda servir de algo a una región en el cual interactúan, como en una loca comedia, Evo, Alan y Ortega? ¿Quién aquí ha llevado a la práctica, aunque sea con relativo éxito, las ideas de Bolívar y Martí?

Ciertamente no República Dominicana. Basta tomarle el pulso a Santo Domingo para encontrar un infierno de lujos y contrastes, con una concentración de riqueza tan alarmante que la mitad de la población recibe un quinto del PIB. Tampoco Cuba, con esos estados de hambre a los que la ha conducido su obstinación política, debilitada ahora en una de sus antiguas fortalezas sociales, la salud.

Si aplicáramos el más real de los índices -el de Desesperación de sus Prostitutas- tenemos a una Cuba en la cual ahora las llamadas "jineteras" aguardan sentadas en los vestíbulos de los hoteles y a una República Dominicana en cuya Calle Independencia acechan demonios descaderados, a la espera de un turista borracho apto para desplumar.

Es la realidad de un continente de extremos, que no entiende el centro ni la moderación: Uribe o Chávez, Obdulio o Chacín, jamás la mejor de las opciones, aquella donde yace ese lejano concepto de la razón.
Fuente:Eltiempo.com

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