martes, 17 de febrero de 2009

No le debe sorprender a nadie

GM y Chrysler presentan su carta a los reyes para Obama

General Motors y Chrysler tenían hasta ayer para presentar los respectivos planes de reestructuración con los que pretenden justificar los 13.000 millones de dólares que ya han recibido del gobierno americano y los que esperan recibir en un futuro inmediato. Ambas compañías elevaron sensiblemente el listón de sus peticiones. Alegando el “rápido deterioro” del sector del automóvil, General Motors pide ahora 16.600 millones más –cuando se esperaba que pidiera 4.000- mientras de Chrysler se esperaba que pidiera 3.000 millones más pero demanda 5.000 millones. Entre los dos van a recortar 50.000 empleos en todo el mundo.

La mayor reducción laboral es la de General Motors, que a lo largo de este año se va a desprender de 47.000 trabajadores sobre una plantilla de 244.000. De estos despidos 20.000 van a ser en los Estados Unidos y los demás en el resto del mundo. Chrysler va a recortar 3.000 empleos, un 6 por ciento de su fuerza laboral.

General Motors especifica que para sobrevivir necesita las ayudas ya, en cuestión de semanas. En cambio se muestra optimista sobre el progreso de sus intensas negociaciones con los sindicatos, particularmente para liberar a las empresas de las cargas de la atención sanitaria a la imponente masa de trabajadores jubilados. Parte del acuerdo puede basarse en que las compañías hagan frente a los costes sociales de su masa laboral con acciones y no con efectivo. La misma fórmula se ofrece a los acreedores para achicar la deuda.

No sobran la fe ni el optimismo. La Casa Blanca no descarta la bancarrota, y ha exigido a las compañías que tampoco la descarten al presentar sus planes de supervivencia, que serán definitivamente evaluados el 31 de marzo. Si la evaluación es negativa las empresas pueden verse obligadas a devolver todos los rescates recibidos.

El plan de Chrysler incluía estimaciones de qué le cuesta al contribuyente cada escenario. Siempre según ellos, la reorganización posterior a un expediente de bancarrota costaría entre 20.000 y 25.000 millones al bolsillo federal, mucho más de lo que ellos piden. Asimismo estiman que con la bancarrota se perderían entre 2 y 3 millones de puestos de trabajo y que el gobierno dejaría de ingresar 150.000 millones en impuestos durante tres años. “Sería un cataclismo”, ha prometido el presidente de Chrysler, Ralph Nardelli.
Fuente:ABC.es

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